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Reserva de la Biósfera Banco Chinchorro

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"Es en la Naturaleza donde me encontré a mí mismo y mi pasión"

Alonso I. Rodríguez de la Parra, explorador y documentalista.

Cocodrilo americano en aguas caribeñas - Alonso I. Rodríguez de la Parra

"Reserva de la Biosfera Banco Chinchorro, julio de 2018.

Hoy, el 26 de diciembre de 2022, miro hacia atrás con una nueva perspectiva. He encontrado gran placer en todas mis actividades, pero es la fotografía la que aviva mi espíritu y otorga un renovado propósito a mis días. Lo que comenzó como un simple pasatiempo ha evolucionado hacia una verdadera vocación, aunque aún no he logrado disciplinarme lo suficiente para exprimir al máximo todas mis vivencias. A través de estas líneas, busco reavivar la pasión que la fotografía despertaba en mí en sus inicios. Cada vez más, me doy cuenta de la importancia que puede tener una imagen o un video, siempre y cuando estén respaldados por una historia cautivadora."

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Este soy yo - Alonso I. Rodríguez de la Parra

La historia se inicia con mi primera cámara: una Canon 1DX Mark II, fiel compañera que me ha acompañado en todas mis aventuras hasta el día de hoy, incluso en la exploración subacuática de los mares de México. Nunca habría imaginado la magnitud de lo que vería a través de su lente, ni el profundo impacto que esas imágenes tendrían en mi vida.

En julio de 2018, emprendí mi primer viaje como fotógrafo profesional. Tomé un vuelo desde la Ciudad de México hacia Chetumal, Quintana Roo, y desde allí, emprendimos un trayecto de dos horas y media por carretera hacia uno de los rincones más entrañables de nuestro planeta: Xcalak. Este encantador pueblo costero, con menos de 500 almas, se halla tan al sur que marca la frontera natural con Belice. Aunque Xcalak no era nuestro destino final, sí era el punto de partida para nuestra verdadera odisea. Pasamos una apacible noche allí, sin sospechar en lo más mínimo que nuestro próximo encuentro cambiaría para siempre mi percepción de la naturaleza y las especies que la habitan.

El hermoso pueblo de Xcalak - Alonso I. Rodríguez de la Parra

A tres horas de navegación desde Xcalak se encuentra el Banco Chinchorro: el atolón más grande de México, solo superado por Kwajalein en el Océano Pacífico. Lo que una vez fue un cráter volcánico, ahora se ha transformado en un refugio acuático paradisíaco, protegido por un anillo de coral de entre 20 y 30 metros de espesor. Desde que fue declarado reserva de la biosfera en 1996, los turistas no son bienvenidos a menos que cuenten con los permisos necesarios para visitar esta isla rebosante de vida. Allí se encuentran corales, algas, caracoles, rayas, tortugas, esponjas marinas, delfines y una plétora de especies de peces. Además, es un lugar donde uno puede encontrarse cara a cara con reliquias vivientes del período jurásico: los cocodrilos.

Al llegar, quedé inmerso no solo en los maravillosos colores que me rodeaban: los cristalinos azules de la costa que se mezclaban con los verdes del manglar, adornados por tonos cafés, amarillos y anaranjados de las hojas bajo el agua. Me sorprendió ver las cabañas de los pescadores, elevadas sobre el agua en plataformas. Pero lo mejor estaba por venir: comenzamos a preparar la carnada del pez león que habíamos capturado antes para atraer a los cocodrilos. Con cada golpe del cuchillo contra la madera, sabíamos que los reptiles vendrían atraídos por el festín fácil que les ofrecíamos, y así fue: se acercaron, curiosos.

El cocodrilo americano es una especie que habita desde el sur de Florida hasta Centroamérica. Es triste reconocer que esta majestuosa criatura está en grave peligro de extinción. En poco tiempo, tal vez ya no podamos decir que existe. Es un lagarto que puede alcanzar hasta cinco metros de largo en su etapa adulta y pesar hasta 500 kg. Es un orgullo nacional compartir territorio con una especie tan resistente como esta; pero también es una pena enorme que nosotros, los humanos, seamos la principal causa de su declive.

Lomo de cocodrilo americano en aguas caribeñas - Alonso I. Rodríguez de la Parra

Científicamente conocido como Crocodylus acutus, este majestuoso reptil se distingue por su morfología afilada y poderosa. Capaz de alcanzar velocidades de hasta 32 km por hora, y dotado de una fuerza impresionante en su mandíbula y torso, el cocodrilo americano es una verdadera maravilla de la naturaleza. A pesar de estas cualidades, su dieta se compone principalmente de pequeñas presas, y rara vez se aventura a cazar grandes mamíferos. Sin embargo, su papel en el ecosistema es crucial, y su presencia indica un ambiente saludable. No obstante, no debemos caer en la falsa ilusión de que su abundancia en ciertas áreas se debe a un aumento de su población. Más bien, es un indicativo de que la urbanización está llegando a los lugares donde habita este magnífico animal. En consecuencia, es imperativo que busquemos nuevas formas de interactuar y coexistir con la naturaleza, preservando así el equilibrio tan preciado de nuestro entorno.

Entrar al agua con este enorme lagarto no fue nada fácil para mí. Aunque exteriormente intentaba mantener la calma y la serenidad, en mi interior no podía engañarme. El respeto que siento hacia este ser es inmenso; su presencia irradia una energía que se asemeja a la esencia misma de lo divino. Armado de valor, preparé mi cámara y me sumergí en el agua.

Los primeros segundos estuvieron llenos de adrenalina pura, pero de repente, como si fuera obra de magia, en el momento en que mis ojos se encontraron con los del primer cocodrilo que se acercó, todo cambió. En un abrir y cerrar de ojos, experimenté una conexión profunda y total con el momento que estaba viviendo. Aparté la cámara de mi campo de visión por un instante y sentí cómo cada fibra de mi ser se veía envuelta por la magnificencia del momento, por la esencia misma de la naturaleza, y por el anhelo de volver a ser parte de ella. En medio de la vorágine de la ciudad, me había sentido completamente desconectado; sin embargo, en ese instante, comprendí lo que verdaderamente deseaba hacer con mi vida: conectarme profundamente con la naturaleza y convertirme en un vehículo para inspirar a otros a hacer lo mismo.

Cocodrilo americano en aguas caribeñas - Alonso I. Rodríguez de la Parra

Me dejé llevar por el fluir del tiempo y capturé innumerables fotos desde todos los ángulos posibles. Los cocodrilos, criaturas que carecen de expresión facial aparente, al menos desde mi perspectiva en ese momento, permanecían inmóviles e impredecibles. Se acercaban a mí con una lentitud inquietante, y justo cuando parecían estar a punto de chocar conmigo, se detenían en seco, sin realizar ningún movimiento adicional, solo quedaban allí, paralizados frente a mí. Era como si estuvieran midiendo mi reacción o jugando un juego silencioso de miradas conmigo. Era evidente que si yo perdía mi compostura o dejaba ver el más mínimo atisbo de miedo, sería yo quien saldría perdiendo en esa situación.

Cuando menos lo esperaba, el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y yo aún me encontraba inmerso en las aguas junto a estas criaturas imponentes. Nunca imaginé que pasaría tanto tiempo en el agua, rodeado de cocodrilos. Sí, así es, rodeado. Hubo un largo período en el que más de cinco de estos majestuosos reptiles se hallaban a mi alrededor, junto con otros fotógrafos. Mantenerme alerta y proteger mi espalda dependía por completo de la confianza en aquellos que estaban detrás de mí, asegurándose de que la situación estuviera bajo control, al igual que yo lo hacía por mi parte.

Cocodrilo americano en aguas caribeñas - Alonso I. Rodríguez de la Parra

Los aprendizajes que obtuve de esta experiencia me acompañan en mi día a día. Había muchas cosas que me infundían miedo en la vida, y después de esto, pude romper con los paradigmas y sentirme libre y fuerte. Ahora soy capaz de no juzgar por las apariencias, pero comprendo la importancia de respetar a quienes están frente a nosotros. Sin lugar a dudas, el animal que más temo en este planeta es el ser humano. Este tiende a destruir lo que no comprende o lo que le provoca temor.

A ti, que has experimentado esto, te invito a cambiar tu forma de percibir el mundo, a ser más empático y a darte cuenta de que sin el mundo natural no somos nada. La vida misma es la mayor maestra, y los seres que habitan aquí están para enseñarnos. No están a nuestro servicio, sino que nosotros debemos estar al servicio del planeta.

Cocodrilo americano en aguas caribeñas - Alonso I. Rodríguez de la Parra

Santuario del Manatí - Alonso I. Rodríguez de la Parra

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Camino a Chinchorro - Erick Higuera

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Atolón de Banco Chinchorro - Erick Higuera

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