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El Tiburón Ballena

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"Muchas veces, lo importante no está en cómo vivimos las cosas, sino en las cosas que suceden dentro de nosotros cuando las vivimos."

Alonso I. Rodríguez de la Parra, explorador y documentalista.

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El Tiburón Ballena - Alonso I. Rodríguez de la Parra

El tiburón ballena es un animal que jamás dejará de sorprenderme. Recuerdo la primera vez que vi a uno de estos animales. Cuando era muy pequeño, mi padre nos presentó a un hombre que se llamaba Alberto Friccione, un señor muy amable pero apasionadamente enamorado de la naturaleza. Todos estaban muy emocionados y entusiasmados de nadar con este enorme animal, yo, la verdad, me sentía asustado. No acababa de entender por qué les parecía interesante brincar al agua con un tiburón. Lo que yo sabía en ese entonces de los tiburones era que se comían cosas. Existía una fama alrededor de ellos terrible; las películas siempre los mostraban como grandes asesinos. Y en mi inocencia, yo no sabía distinguir un tiburón ballena de un tiburón cualquiera. La palabra tiburón me llenaba de miedo.

Mientras nos subíamos a la embarcación que nos acercaría a este animal, empecé a comprender que este no era un tiburón cualquiera, sino que, fuera de ser un tiburón, más bien era el pez más grande del océano y que no tenía dientes afilados y peligrosos como los de otros tiburones.

 

Escuchaba que nos decían que este animal filtraba comida y era muy gentil, un animal tranquilo y pacífico. Sentí un poco de paz, aunque aún lo desconocido me generaba desconfianza y algo de nervios.

Estaba a punto de presenciar a un ser que cambiaría mi manera de ver el océano, vivir una experiencia que me cambiaría para siempre, que me enamoraría profundamente del océano y sus aguas.

Nos preparábamos ajustándonos las aletas, colocándonos los visores, snorkels y chalecos salvavidas. Recuerdo que éramos la única lancha que se encontraba en ese sitio. Eran otros tiempos; el turismo masivo aún no encontraba interés en este tipo de experiencias. Es una lástima que hoy en día esto ya haya cambiado y el respeto a la actividad se haya perdido.

Entre la incomodidad de estar equipado a bordo de la lancha, la emoción y los nervios crecían. Todo parecía acelerarse; mi corazón latía rápidamente, la blanca espuma del agua salpicaba a nuestro alrededor y la lancha avanzaba con una velocidad moderada, mientras a la distancia veíamos la tierra alejarse y pasar mientras avanzábamos. Era un día no del todo soleado, lo que hacía que la frescura y la temperatura del agua crearan un ambiente no del todo cálido pero tampoco frío. Y cuando salpicó la ola más grande y la espuma blanca me cayó en el visor, alguien gritó de manera agitada y emocionada: ¡Ahí está! En ese momento, el tiempo desapareció, las cosas avanzaron de manera muy rápida y enseguida la siguiente indicación fue: ¡entren al agua! Así que, sin hacer mucho ruido y siguiendo las indicaciones que nos dieron anteriormente, entramos cautelosamente al agua.

En el momento en que metí mi cabeza al agua y abrí los ojos buscando en la profundidad ver al enorme tiburón ballena, pasó algo que no me esperaba. Una enorme Manta Gigante nadó velozmente hacia el lugar donde yo flotaba y, antes de tocar conmigo, se dio una vuelta para atrás, mostrándome sus patrones de color negro y blanco. Yo quedé impactado porque no sabía qué era ese animal, y no se parecía nada al tiburón ballena que todos mencionaban. A los pocos segundos, la manta gigante desapareció y, a mi costado, pasó lo que más esperábamos. Una enorme silueta inundó toda mi visión, una textura rugosa negra con puntos blancos abarcó todo mi campo de visión, y nadando de manera pacífica pero veloz, pasó el gigante a mi lado. Pude sentir su presencia marcarme para siempre. Lo que pasaba en mi mente y frente a mis ojos no lo podía comprender; por más que me explicaron anteriormente todo sobre este animal, la realidad superaba cualquier explicación. Era como ver un tren pasar a mi lado, un animal con una magnitud que superó a mi imaginación. Y que, lejos de quererme comer, solo pasó a mi lado.

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Patrones de sueño - Alonso I. Rodríguez de la Parra

Salí del agua entusiasmado, con ganas de más, sin entender qué era lo que había visto, sin entender por qué nadie mencionaba a la manta gigante, que para mí era un espectáculo igual o más importante que haber visto al tiburón ballena. Todos gritaban, reían y celebraban. La emoción y la alegría abarcaban todo el tiempo y espacio. Y cuando menos lo esperaba, volvieron a gritar: ¡ahora! ¡Al agua de nuevo! Y en ese segundo salto, vi un círculo blanco enorme acercarse a mí. El gran tiburón ballena venía de frente, con su boca abierta y todo a su alrededor lleno de peces, nadando presentando una agilidad y velocidad mientras el gigante nadaba a la misma velocidad pero con tranquilidad. Yo podría haber sido succionado por esa boca fácilmente; solo era un niño, un pequeño impresionado por semejante experiencia.

Ese día, todo cambió en cómo veía el océano. Supe que había más, supe que había muchísimo que aún no habíamos visto.

Entendí que aunque esperábamos una cosa, el océano nos dio eso y mucho más.

Y aunque estas memorias viven en mi cabeza, aún siguen siendo un poco borrosas, pero cada vez que trato de recordar, viene a mí un sentimiento de paz y tranquilidad. Fue un momento que explotó en mi duda y curiosidad por el mundo marino.

Esta historia es importante, no por lo que aprendí, sino más bien por la curiosidad que esto despertó en mí.

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La cola del gigante- Alonso I. Rodríguez de la Parra

Les contaré más sobre estos animales más adelante… Les contaré sobre la magnífica Danza del Océano.

"Muchas veces, lo importante no está en cómo vivimos las cosas, sino en las cosas que suceden dentro de nosotros cuando las vivimos."

Alonso I. Rodríguez de la Parra

Mares de México

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